Luciérnagas en la Arena (del poemario Paseando con Schopenhauer)

Conozco el viento que sopla del norte íntimamente.

Tu tacto es igual de frío.

El calamar yace sobre el plato, su ojo fijo en mí.

Una cena ahorcada, arrastrada y descuartizada

en el precipicio de un mundo o una palabra.

Nunca veré las columnas que sostienen Roma.

Camino sobre arenas movedizas con una concha

escondida en mí manga.

No sea que esto también me lo quites.

Mi anhelo tiene un sabor dulce, como el flan que la gente come aquí.

Puedo sentir temblores sacudir mi castillo de arena.

Me pisas.

Mis muslos se abren como fruta podrida.

Amabas mi voluntad muerta; odiabas mi edad.

Miro al mar.

Rechino los dientes… esperando que las luciérnagas crucen.

 

Aprisionada en el angosto pecho de un mortal no es sorprendente que ese pecho parezca estallar y no encuentre manera de expresar el presentimiento de una tortura infinita. 

                                                                                    Arthur Schopenhauer

 

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