Caras



CARAS

—Estás muy guapa esta noche —dijo.

—Gracias, tu también —respondí tímidamente.

Estábamos sentados en el mejor restaurante de la ciudad. Iba a ser una noche especial, lo presentía. Había elegido bien. Nada más llegar me miró a la cara fijamente. Pude ver que estaba ensimismado con la perfección de mi maquillaje, de mis ojos verdes translúcidos, mis labios rojos. Me había costado mucho dinero estar así esta noche. Pero, ¿no era por una buena causa esa inversión? Y había elegido bien, lo sabía.

La noche fue, efectivamente, mágica. La comida estuvo llena de pequeñas delicias y miradas cómplices. Cuando llegamos a su casa supe que había triunfado, me deseaba, no podía resistir esta cara.

Llegué a casa a la mañana siguiente cansada, envuelta en sueños de la noche maravillosa que habíamos pasado juntos. Me desvestí y, una vez ante el espejo del baño, me miré lentamente. Todavía mi cuerpo era bello, pero pronto habría que invertir algo de dinero en él. La cara fue más fácil, pero no había dinero suficiente todavía para el cuerpo. Me acerqué al espejo y lentamente, metiendo los dedos detrás de las orejas, tiré hacia adelante. La cara se desprendió con un ligero clic y un ruido acuoso.

La cogí con cuidado, me había costado muchas horas de trabajo y esfuerzo ahorrar para ella, y la llevé al armario junto a las demás. Contemplé los catorce rostros que tenia ante mí. No sabía cual ponerme hoy. Lo decidiría luego.

Volví al baño y al pasar por el espejo se me olvidó no mirar. Grité, llevándome una mano al pecho del susto. Mi rostro era un amasijo de carne podrida, negra en algunos sitios, con pedazos pequeños colgando, a punto de caerse. Parecía cera roja, cayendo y consumiéndose poco a poco. En mi mejilla derecha ya se percibía el hueso entre la carne podrida.

Aparté la vista. No pasa nada, calma, me dije a mi misma. Tengo catorce caras, una para cada ocasión. Y anoche, la más costosa, la que expresaba belleza sublime, le había complacido. Me quedaban pocas por conseguir, ya tenía casi todas las emociones y expresiones. ¿Cuántas tendría él?

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